“Un énfasis magro al final, pero el mundo difícilmente ha sido un lugar bonito en donde vivir.”
Un fluir caótico pero coherente de recuerdos y viejas huellas en su memoria despilfarradora de anécdotas de una infancia vulnerable y una juventud asfixiante e intoxicante. Creeley, a través de pasajes ilustres en su propia colmena de recuerdos, encierra una lección fundamental y que hace que el haber leído este libro cobre sentido: “O creemos en un mundo o no tenemos ninguno”. Maravilloso.
“Me encantaría pensar que vivir llegó a ser un progreso, el hecho de haberse ganado algo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario