17 de julio de 2011

“In Bed”, Joan Didion

There certainly is what doctors call a “migraine personality,” and that personality tends to be ambitious, inward, intolerant of error, rather rigidly organized, perfectionist. “You don’t look like a migraine personality,” a doctor once said to me. “Your hair’s messy. But I suppose you’re a compulsive housekeeper.” Actually my house is kept even more negligently than my hair, but the doctor was right nonetheless: perfectionism can also take the form of spending most of a week writing and rewriting and not writing a single paragraph.

10 de julio de 2011

"The Best American Short Stories 2010"

"Short fiction lost some of its masters during the past decade: Saul Bellow, John Updike, and J. D. Salinger, for starters. It would be easy to say that this was not a good decade for the short story."

– Heidi Pitlor / The Best American Short Stories 2010.


"La mayor", de Juan José Saer

Otros, ellos, antes, podían. Mojaban, despacio, en la cocina, en el atardecer, en invierno, la galletita, sopando, y subían, después, la mano, de un solo movimiento, a la boca, mordían y dejaban, por un momento, la pasta azucarada sobre la punta de la lengua, para que subiese, desde ella, de su disolución, como un relente, el recuerdo, masticaban despacio y estaban, de golpe ahora, fuera de sí, en otro lugar, conservado mientras hubiese, en primer lugar, la lengua, la galletita, el té que humea, los años: mojaban, en la cocina, en invierno, la galletita en la taza de té, y sabían, inmediatamente, al probar, que estaban llenos, dentro de algo y trayendo, dentro, algo, que habían, en otros años, porque había años, dejado, fuera, en el mundo, algo, que se podía, de una u otra manera, por decir así, recuperar, y que había, por lo tanto, en alguna parte, lo que llamaban o lo que creían que debía ser, ¿no es cierto?, un mundo. Y yo ahora, me llevo a la boca, por segunda vez, la galletita empapada en el té y no saco, al probarla, nada, lo que se dice nada. Sopo la galletita en la taza de té, en la cocina, en invierno, y alzo, rápido, la mano, hacia la boca, dejo la pasta azucarada, tibia, en la punta de la lengua, por un momento, y empiezo a masticar, despacio, y ahora que trago, ahora que no queda ni rastro de sabor, sé, decididamente, que no saco nada, pero nada, lo que se dice nada. Ahora no hay nada, ni rastro, ni recuerdo, de sabor: nada.