13 de marzo de 2008

El pozo, de Juan Carlos Onetti

El pozo


Una obra concreta, pulcra y redonda. Completa. En una sensación de incomprensión, de confusión crónica y de vacío terminé El pozo.
Una vorágine de imágenes, ideas, anécdotas y sueños que se proyectan en la angustia de mis contemporáneos. Eladio Linacero, un poeta, un fracasado, ve por primera vez las cosas. Esta claridad, envidiable, de Linacero, provoca que se vierta, casi por completo, a la ficción. Se mete dentro de sí mismo y narra su propio mundo onírico. ¿Será que nuestros sueños dicen más de nuestra vida, que nuestras acciones conscientes?

Y así, el poeta se dedica a escribir la historia de un alma, “de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no”. Es decir, narrar su vida fuera de las condiciones fatalistas de la sociedad y de sus actos. ¿Qué le queda? Sus proyectos frustrados, sus deseos, sus ideas nunca concretadas… sus sueños. Al final, quizás eso seamos todos… caminos inacabados, la misma pregunta de ¿quiénes somos? jamás respondida… e imposible de responder. Esta es una posibilidad: somos la pregunta encarnada…

“Es cierto que no sé escribir, pero escribo de mí mismo. Ahora se siente menos calor y puede ser que de noche refresque. Lo difícil es encontrar un punto de partida. Estoy resuelto a no poner nada de la infancia. Como niño era un imbécil… Me gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no. O los sueños. Desde alguna pesadilla, la más lejana que recuerde, hasta las aventuras en la cabaña de troncos”.

En fin me quedan ciertas dudas…
¿Si no somos lo que hacemos, lo que sabemos, lo que entendemos o lo que contestamos, qué somos.. quién soy? Tal vez, lo que resta de todo eso. Soy la propia pregunta. De esta manera, Linacero palpita en una vida plana (hombre de cuarenta años que jamás consiguió éxito alguno) que repara en ello. Somos Nada. Vivimos en un pozo en que la Nada se debate entre ritos y leyendas. Vivimos en una oscuridad innegable que nos impide vernos en nuestra ausencia.

“El cansancio me trae pensamientos sin esperanza. Hubo un mensaje que lanzara mi juventud a la vida; estaba hecho con palabras de desafío y confianza. Se lo debe haber tragado el agua como a las botellas que tiran los náufragos.”

El paso del tiempo, lineal según nuestra tradición asfixiante, se limita a instantes… El pasado está atrás, el futurno no ha llegado… lo que queda es la sucesión de instantes que nos recuerdan la fugacidad y lo escurridizo del tic tac invisible. El instante… ¿existe? Mientras escribo esta idea, el instante ya pasó… Esto hace que nos concentremos, a mi parecer, en el actuar… en la idea de productividad (Marx diría que estaba cansado de pensar al mundo. La modernidad era TIEMPO de ACTUAR –de cambiarlo). Es decir, CREER (no pensar) que soy lo que hago. “Ser productivo” es el lema de nuestro tiempo; es la imagen del éxito.

Mientras tanto, Eliseo deja pasar el tiempo. El antihéroe se debate entre el tiempo lineal y el proyectivo… De alguna manera, le doy más crédito a Linacero. Su angustia espejea la mía (¿qué no es esa la función de la literatura?) y entiendo lo valioso de encontrarte contigo misma cara a cara… en tus imperfecciones, en tus debilidades, en la vulnerabilidad de saberme efímera. Pero miro alrededor y veo los esfuerzos de la sociedad y de los subjectums anónimos que evaden estas sensaciones: Prozac… entretenimiento… sobreproducción (adictos al trabajo… adictos a actividades eviten confrontarlos con ellos mismos).

“Siento que mi vida no es más que el paso de fracciones de tiempo, una y otra, una y otra, como el ruido de un reloj, el agua corre, moneada que se cuenta. Estoy tirado y el tiempo pasa… Yo estoy tirado y el tiempo se arrastra, indiferente, a mi derecha y a mi izquierda.”

Dice Onetti, “Todo en la vida es mierda y ahora estamos ciegos en la noche, atentos y sin comprender.” Así como en un pozo…

“Todo es inútil y hay que tener por lo menos el valor de no usar pretextos. Me hubiera gustado clavar la noche en el papel como a una gran mariposa nocturna. Pero, en cambio, fue ella la que me alzó entre sus aguas como el cuerpo lívido de un muerto y me arrastra, inexorable, entre fríos y vagas espumas, noche abajo…”

Genial. El pozo, es sin duda una visión desesperanzada de la vida… Pero ¿acaso es malo dejarte invadir por esas sensaciones incontrolables que dejan ver… y verte?