noches, mañanas y madrugadas en que no necesitamos
morir.
En ese momento sabemos todo lo que fue y será.
El mundo se nos aparece explicado definitivamente y
entra en nosotros una gran serenidad, y se dicen las
palabras que la significan.
Levantamos un puñado de tierra y la apretamos en las
manos. Con dulzura.
Allí está toda la verdad soportable: el contorno, la
voluntad y los límites.
Podemos en ese momento decir que somos libres, con
la paz y con la sonrisa de quien se reconoce y
viajó alrededor del mundo infatigable, porque mordió el alma
hasta sus huesos.
Liberemos sin apuro la tierra donde ocurren milagros
como el agua, la piedra y la raíz.
Cada uno de nosotros es en este momento la vida.
Que eso nos baste.
Vía Seikilos.
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