El otro día granizó. El pequeño espacio cuadrado que se deja enmarcar por los cuartos de la casa, se llenó de bruscas pelotitas blancas que se mezclaron con la tierra y las plantas. Las ventanas se empañaron y parecían contenedores de circunferencias inmaculadas. Después de llover y granizar, el cielo se despejó y se extendió una noche oscura y sin nubes.
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