Felicidad suprema con aliento etílico. Noches etéreas, heroínas del celuloide con rubias cabelleras y curvas peligrosas, ausencia de límites de una generación que creció en la guerra.
Nino Rota captó esa extraña sensación festiva que marcó la frontera entre los cinecuenta y los sesenta que Fellini retrató en La Dolce Vita.
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