“¿Sabes qué significa sputnik en ruso? En inglés sería travelling companion. Compañero de viaje. (…) Bien pensado es una extraña coincidencia. ¿Por qué pondrían los rusos un nombre tan raro a un satélite artificial? No era más que un infeliz trozo de metal que daba vuelta tras otra, completamente solo, alrededor de la tierra.”
El mejor libro de Murakami que he leído. El Sputnik ruso (el primer satélite artificial) sirve de metáfora para explicar la soledad y el sin sentido del hombre urbano, que se desliza por las calles de la ciudad sin rumbo fijo… flotando a través del tiempo, en la indiferencia y en la calina.
Somos como la perrita Laika que viaja en las profundidades inciertas del universo, con los ojos bien abiertos… pero sin entender lo que vemos.
“¿Por qué tenemos que quedarnos todos tan solos? Pensé. ¿Qué necesidad hay? Hay tantísimas personas en este mundo que esperan, todas y cada una de ellas, algo de los demás, y que, no obstante, se aíslan tanto las unas de las otras. ¿Para qué? ¿Se nutre acaso el planeta de la soledad de los seres humanos para seguir rotando? Me tumbé de espaldas sobre una piedra plana, alcé la vista hacia el cielo y pensé en la multitud de satélites artificiales que debían de estar girando alrededor de la tierra. (…) Cerré los ojos, agucé el oído y pensé en los descendientes del Sputnik que cruzaban el firmamento teniendo como único vínculo la gravedad de la tierra. Unos solitarios pedazos de metal en la negrura del espacio infinito que de repente se encontraban, se cruzaban y se separaban para siempre. Sin una palabra, sin una promesa.”
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