3 de noviembre de 2007

Woody Allen: Manhattan, Hannah y el juego del Matrimonio

"Creo que no soy puramente cómico ni enteramente trágico, sino simplemente realista" dice Woody Allen.

Después de ver Manhattan, Hannah and her Sisters y Husband and Wives tengo la impresión de haber visto una secuencia de historias paralelas que cuentan la misma Ópera (netamente trágica), representada por muchos pero ejecutada con maestría por pocos: la infidelidad, el matrimonio, el fantasma occidental de la monogamia a largo plazo y la doble moral que arroja a la sociedad a esconderse y a esconder sus deseos.

El brillante humor ácido y perspicaz de Woody Allen se revela en estas tres "comedias" que hacen visibles las contradicciones de patrones de costumbres que dirigen la cotidianidad de la cultura occidental.

Mordaz y astuto Allen filosofa a través de frases cortas aparentemente triviales, que pueden confundir a un espectador distraído; para quien los films del neoyorquino sólo representen un sin fin de diálogos entrecruzados y nerviosos.

Ni enteramente cómico ni enteramente trágico, Allen retrata la peor de las tragedias: la imposibilidad del amor (después de ciertos años de convivencia mutua) y la evidente fragilidad de la vida.

Y así, como una tragedia griega, estamos determinados a seguir este camino y recorrerlo una y otra vez, cual eterno retorno urbano: el fracaso de las relaciones, el triunfo de las condiciones externas al deseo individual, la inexistencia de Dios (sin el cual el hombre está condenado a inventarse) y la muerte inexplicable e irracional.
Reír y reflexionar simultáneamente con sus historias, un poco caóticas y un poco encantadoras. ¿Qué otro realizador puede lograrlo?

"En realidad, prefiero la ciencia a la religión. Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire". – Woody Allen

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