4 de noviembre de 2007

Edward Hopper

HOPPER: LA TRANSFORMACIÓN DEL ESPECTADOR A VOYEUR
por Patricia Nieto

La soledad y la melancolía son temas implícitos en la obra de Edward Hopper, pintor norteamericano nacido en Nyack (NY) el 22 de julio de 1882. Con una nueva sensibilidad, propia del naciente siglo XX, Hopper representa situaciones que han de provocar al espectador la emanación de ciertas sensaciónes desbordantes de nostalgia. Quizás, al igual que los poemas de William Carlos Williams o los relatos de Raymond Carver, Hopper se limita a describir una escena (casi cinematográfica) sin exponer explícita o directamente un sentimiento o circunstancia introspectiva; la soledad se lee entre líneas, entre las expresiones y la vaguedad de sus temas.

El ambiente retratado y los trazos despreocupados reflejan la trivialidad y la dramatización de la vida cotidiana en un mundo de luz neon, calles desiertas enmarcadas por negocios burgueses, de cafeterías abiertas las 24 horas, de cines, suburbios, jornadas laborales (y su escenario: la oficina), automóviles y el paisaje natural evidentemente modificado por la mano humana.

En ese vertiginoso ritmo industrial de los países desarrollados, de las masas y la sobrepoblación urbana; el ser humano se aísla en sí mismo, en sus pensamientos. Pareciera que en la ciudad, tan poblada en que los edificios de apartamentos chocan unos con otros aparejando ventanas con ventanas y mostrando pedazos de las vidas planas de los otros, que el ambiente se va despersonalizando de forma creciente.

Pero la soledad intermitente de sus temas no sólo es inferida en el propio cuadro, sino también en el espectador; al que Hopper transforma en un voyeur, que espía fragmentos de la vida privada de la otredad abstracta y anónima.

De ahí, la importancia del norteamericano de representar en sus cuadros tanto el interior como el exterior. Si observamos con atención, la obra de Hopper está saturada de la dicotomía interior-exterior; que plantean una relación espacial muy peculiar. Las figuras aparentemente principales, ceden su lugar a aquello que no podemos ver; seguimos su mirada pero no conocemos el objeto de su interés; apenas vemos una pequeña parte del exterior (o en el caso de “Habitación de Hotel”, en la pequeña hoja de papel cuyo contenido no nos es accesible; que bien pude ser un mapa, un folleto o una carta), apenas.

Pero ese mundo exterior del que Hopper nos hace parcialmente partícipes, parece congelarse ante la introspección de las figuras presentes en el cuadro, y ante la rápida mirada del espectador/voyeur que retiene en su memoria la situación/imagen/sensación.

El sociólogo norteamericano Richard Sennett, publicó “Decadencia y fin de la vida pública”, en donde dijo: “Fue la generación nacida después de la Segunda Guerra Mundial la que, en la medida que se liberó de las represiones sexuales, se encerró en sí misma; en la época de esta generación, se ha llegado a la destrucción de la vida pública. La tesis de este libro propugna que esta señal evidente de un desequilibrio en la vida privada y un vació total en la vida pública marcan el final de un largo proceso. Son el resultado de una transformación que comenzó con la caída del antiguo régimen, con el surgimiento de una nueva cultura urbana capitalista y secular”.

Hopper, parece intuir la tesis de Sennett (posterior a Hopper) y retratarla de forma que sólo un artista con su sensibilidad podría lograrlo; desafiando con sus trazos la idea de la sociedad uniforme y abstracta que no se materializa en el individuo; la idea de la sociedad de la comunicación y del entramado que producen las relaciones humanas.

Dice Sennett, “Hoy día domina el parecer de que la cercanía es un valor moral en sí mismo. Domina la tendencia a desplegar la individualidad en la vivencia del calor humano y en la proximidad del prójimo. Domina el mito de que todas las calamidades de la sociedad se deben al anonimato, a la lejanía, a la frialdad en el trato. De estos tres aspectos emana una ideología de la intimidad: las relaciones sociales de cualquier tipo son tanto más reales, convincentes y auténticas cuanto más cerca se encuentren de las necesidades psíquicas más íntimas del individuo. Esta ideología de la intimidad convierte todas las categorías políticas en categorías Psicológicas, y define lo que es humano en una sociedad sin dioses: el calore es nuestro dios. Pero la historia de la grandeza y miseria de la cultura pública pone en entredicho esa humanidad”.

Así, Hopper expresa ese “fin de la vida pública” y manifiesta, lo que Ivo Kranzfelder afirma muy acertadamente, “la tiranía de la intimidad”.

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