
Cómo dice Vargas Llosa en inmejorables palabras: "(El gran Gatsby) aunque no sea lo bastante compacto y misterioso para ser genial, es un bello libro, que ha conservado intacta su frescura, y al que el tiempo corrido desde su aparición, en 1925, ha conferido el valor de símbolo de lo que fue la irregularidad e impremeditacion de la vida en una época de alegre irresponsabilidad y decadente encanto. "
Más allá de lo que se pueda interpretar de este libro (la acusada diferencia de clases sociales y económicas, la banalidad y el sentido efímero de la aristocracia adinerada, el fracaso del sueño americano y la decadencia de una cultura artificial y pasajera) lo que ahora me interesa es la forma, que pienso (en este libro) es muy poderosa y concreta. Como dice Susan Sontang: “La efusión de interpretaciones del arte envenena hoy nuestras sensibilidades, tanto como los gases de los automóviles y de la industria pesada enrarecen la atmósfera urbana. En una cultura cuyo ya clásico dilema es la hipertrofia del intelecto a expensas de la energía y la capacidad sensorial, la interpretación es la venganza que se toma el intelecto sobre el arte.
Y aún más. Es la venganza que se toma el intelecto sobre el mundo. Interpretar es empobrecer, reducir el mundo, para instaurar un mundo sombrío de significados. Es convertir el mundo en este mundo (¡"este mundo"! ¡Como si hubiera otro!).”
Así, como Sontang apuntó, creo que esa suma tan extensa de interpretaciones ha empobrecido paulatinamente la obra que hoy me ocupa. Probablemente a las numerosas interpretaciones se unan las grandes expectativas sobre uno de los clásicos universales de los que siempre esperas algo más...
No pudeo dejar de reconocer que después de leer a escritores americanos como William Carlos Williams o Raymond Carver (de pluma sencilla, poética y más que nada sensible) no pude evitar sentirme un poco defraudada de la escritura de Fitzgerald, sin tanta prosa poética y sin tanta profundidad en frases cortas.
Es un buen libro (probablemente no un gran libro como el personaje del que habla), pero a mi juicio, decir que es la gran obra norteamericana es restarle importancia a las hermosísimas narraciones de Carver o a las palabras, a primera vista intrascendentes, de Williams.
Quizás la mejor frase del libro sea la última: "Y así seguimos remando, barcas contra la corriente, empujados sin cesar en el pasado."